lunes, 25 de octubre de 2010

 Bartleby, el escribiente, paradigma de un clásico actual

Junto con Moby Dick, Bartleby, el escribiente –aparecida por primera vez en 1856 dentro del volumen Cuentos de Piazza– es, con toda probabilidad, la obra más reconocida del famoso escritor norteamericano Herman Melville. Esto, posiblemente, se deba a que la que podríamos calificar de novela corta –o cuento largo– nos presenta a un personaje que no deja de fascinarnos por lo insólito de su conducta, idea que avala el que se haya escrito tanto sobre su idiosincrasia. Desde el primer momento, y a lo largo de toda la novela, Bartleby se nos muestra como un ser extraño del que “nada es indagable”. El narrador, hombre de mediana edad bien situado, nos cuenta el caso de este peculiar amanuense al que contrató y cuyo comportamiento no pudo sino dejarlo asombrado. El elemento sorpresivo aparece cuando, ante otros requerimientos de su jefe que no sean propiamente los de copiar, Bartleby se limita a responder un escueto “preferiría no hacerlo”. Pero ha de remarcarse que este “preferiría” implica, más que  una mera preferencia, una declaración de intenciones. El lenguaje, así, trasciende el ámbito que le es propio y acaba convertido en acción. En realidad, se nos muestran dos mundos en contradicción, al hacer Bartleby lo que él quiere, y no lo que los demás le piden y esperan, siendo, por lo tanto, la rebeldía uno de sus rasgos característicos. Digamos que lo suyo es un canto a la libertad que, no obstante, queda obstruido en la garganta de un mundo agonizante, a cuyas normas hemos de ajustarnos si no queremos ser absorbidos por él, tal y como se desprende de su triste final. Y es que –¿para qué negarlo?– Bartleby representa el más alto grado de humanidad: aquél que no supone una renuncia de la voluntad en el individuo. Todo ello, además, se entremezcla con esa extraña personalidad suya, próxima al autismo por su tendencia al ensimismamiento y a desinteresarse por el mundo exterior, y que provoca una fascinación que, del narrador, se contagia al lector. En relación con esto, y como no se ha cansado de repetir la crítica especializada, son múltiples las voces, entre ellas la de Enrique Vila-Matas, en las que pueden percibirse ecos del personaje. Y es que, pese a que no sean tantos los años transcurridos desde su publicación, Bartleby, el escribiente es ya un clásico actual que encarna el misterio de la conducta humana y la tragedia a la que nos conduciría un simple acto de protesta.
 


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